jueves, 14 de septiembre de 2017

El peligro de saber sólo un poco



En el mundo actual abunda la desconfianza respecto a la ciencia. Charlatanes de toda condición utilizan esta desconfianza para vender sus productos, desde curas milagrosas a terribles enfermedades a esotéricas explicaciones de fenómenos más o menos perceptibles; desde presuntas antiguas terapias hasta radicales ideas sobre el funcionamiento del universo. Incluso teorías tan carentes de respaldo y tan retorcidas de defender como la Tierra Plana han resucitado de entre los muertos intelectuales y tienen nuevos adeptos que las defienden con ruido y pasión. Y si uno se molesta en intentan descubrir las razones profundas del fenómeno una destaca y es común a casi todas estas peculiares ideas y teorías: la desconfianza y rechazo hacia lo que llaman ciencia o medicina oficial, una convicción intensa y bastante difícil de eliminar en que científicos, médicos y tecnólogos forman parte de una élite que conspira para ocultar la verdad al común de los mortales. Lo mejor es que para ello se basan en una suerte de parodia del método científico consistente en escoger y defender un selecto puñado de datos y hechos a partir de los cuales construyen una explicación paralela y opuesta a la ‘oficial’.

Lo cual demuestra que lo más peligroso no es la ignorancia, sino el conocimiento parcial y escaso.
Así los defensores de los ‘chemtrails’ se empeñan en afirmar que las estelas de condensación sólo duran unos minutos, que el aire está repleto de sustancias extrañas y que la aparición de estos fenómenos es reciente, y se olvidan del resto de la ciencia meteorológica, de las fotografías que muestran aviones de la Segunda Guerra Mundial dejando estelas o de preguntar qué laboratorio y con qué método analizó esos presuntos contaminantes. O los creyentes en la Tierra Plana reconstruyen los postulados básicos de la fuerza gravitatoria (que es, según ellos, imaginaria) para que su retorcido modelo de universo produzca los mismos resultados observables que el convencional, aunque de un modo mucho más complejo. O los partidarios de la homeopatía se ven obligados a inventar nuevas formas de comportamiento de líquidos comunes como el agua para poder explicar sus presuntas técnicas terapéuticas. En todos los casos un reducido número de datos son seleccionados, despreciando todos los demás; y a partir de ellos se construyen elaboradas hipótesis y teorías con lo que explicar lo que es inexplicable. No sólo se hace una selección sesgada de los hechos iniciales, sino que las teorías para relacionarlos se alejan mucho de la Navaja de Ockham y su simplicidad teórica.

Pero lo más grave es el simple desconocimiento que revelan todas estas explicaciones barrocas y parciales de la realidad interconectada de la ciencia y el Universo. Para que las estelas se comporten como necesitan los fans de los chemtrails que se comportan no sólo hay que reescribir la meteorología que conocemos: también la química de la atmósfera y la física de las gotas de agua. Para explicar los fenómenos que presenciamos todos los días los terraplanistas no sólo necesitan invocar una conspiración de milenios y millones de personas, sino leyes básicas del universo diferentes a las que conocemos. Si el agua tuviese memoria, como piensan los usuarios de la homeopatía, las consecuencias se reflejarían en todos los fenómenos, desde la lluvia a los mares y las masas de hielo de la Antártida o los anillos de Saturno. Es muy fácil postular condiciones especiales para validar nuestra teoría favorita y después olvidarse del resto de la ciencia.

Pero la ciencia no consiste en inventar teorías que expliquen los fenómenos naturales, sino en hacerlo de un modo coherente e interconectado. No basta con estudiar el comportamiento del agua en medicina: la explicación creada para este caso debe ser compatible con el comportamiento del agua en el laboratorio de química, y también en el mar y en el espacio. Crear una explicación ‘ad hoc’ para una observación concreta es sencillo: lo complicado es ser consciente de todas las repercusiones y crear una hipótesis que permita entender el fenómeno en cuestión y que sea compatible con los demás aspectos que participan. La interconexión entre explicaciones, fenómenos, comportamientos y escalas es tan importante que una de las señales obvias de que se avecina un cambio de paradigma en una ciencia es la proliferación de ‘ad hocs’, explicaciones a medida para hechos concretos que no encajan en el marco general aceptado. Las ideas y teorías de los ‘alternativos’ no son más que una montaña de ‘ad hocs’ sin conexión.

Claro que eso es mucho más sencillo que hacer ciencia de verdad, porque permite ignorar los hechos inconvenientes y obviar el aprendizaje de las áreas de solapamiento entre disciplinas. Uno puede explicar de modo mucho más fácil el comportamiento de las estelas de condensación si se olvida de tener en cuenta la geometría de los cristales de hielo o las complejidades de las capas atmosféricas. Pensar que el agua recuerda es mucho más fácil si no se exploran las consecuencias que se derivarían de hecho de que la tuviese. Creer en la Tierra Plana es más sencillo si se ahorra uno la molesta y engorrosa tarea de estudiar la física de los campos gravitatorios. En todos estos casos se vive mucho más tranquilo y mejor si se seleccionan sólo unos pocos hechos e ideas y se desprecian u obvian todos los demás: si se concentra uno en un poquito de conocimiento y se rechaza el resto. Los datos, parciales, y las teorías, paranoicas, empleadas sólo como arma contra los adversarios y no como genuino intento de encontrar una explicación coherente del universo. Es por eso que un poco de conocimiento es peor que la ignorancia: al menos quien no sabe es consciente de ello, pero el que sabe poco y mal cree que sabe, estando equivocado.


Fuente: https://culturacientifica.com/2017/09/14/peligro-saber-solo-poco/?platform=hootsuite

No hay comentarios:

Publicar un comentario