martes, 12 de septiembre de 2017

Tintes sintéticos

 En el siglo XIX las calles de Londres se iluminaban con farolas de gas. El gas se obtenía de la destilación del carbón. Millones de toneladas de carbón se procesaban cada año para suministrar el gas. El carbón se calentaba en recipientes cerrados en ausencia de oxígeno. Había subproductos de este proceso, que inicialmente se consideraron inútiles. Uno de ellos era una gran cantidad de alquitrán oleaginoso, llamado alquitrán de hulla. Tan poco se valoraba que cualquiera podía conseguirlo gratis. Poco a poco, sin embargo, los químicos fueron capaces de extraer sustancias útiles del alquitrán de hulla. Un paso importante se dio en 1856 cuando William Henry Perkin pudo aislar del alquitrán una bella sustancia púrpura. En los años que siguieron a este descubrimiento surgió la gran industria de los tintes sintéticos, la "primera industria mundial de alta tecnología basada en la ciencia". Perkin estaba tratando de desarrollar un procedimiento sintético para obtener quinina, cuando accidetalmente creó el malva, un brillante tinte púrpura. No consiguió obtener quinina, pero siguió adelante para ver qué había en los polvos "rojizos" y perfectamente "negros" que había obtenido en lugar de la quinina. Con apoyo financiero de su padre, cambió sus planes y construyó una fábrica de tintes. Perkin llamó a su tinte púrpura Tyrian por el bien conocido, natural y costoso colorante púrpura que siempre se había obtenido a partir de molusos (Murex brandaris) del Mar Mediterráneo. Era muy caro poque se necesitaban 8.000 conchas para producir un gramo de púrpura Tyrian. Este coste dio lugar a la "porfirogénito", literalmente "nacido en la púrpura", como indicador de gran riqueza. Julio Cesar decretó que solo el emperador  y su familia podían llevar adornos púrpura. "Todos los poderosos del mundo codiciaban este bien escaso".
Murex brandris
   Hasta el descubrimiento de Perkin, los tejidos solo podían colorearse utilizando tintes naturales extraídos de plantas (índigo) o animales (moluscos). En 1856, Inglaterra estaba gastando más de dos millones de libras en la importación de tintes. Los tintes sintéticos como el malva eran mucho más baratos. Pronto los tintes naturales iban a quedar descartados. La molécula de púrpura Tyrian es dibromoindigo, C16H8Br2N2O2. La sustitución de los dos átomos de bromo por átomos de hidrógeno da la molécula de índigo C18H10N2O2.  El índigo produce un cambio en la longitud de onda de la luz que hace de él un tinte azul. El índigo natural se extrae de una planta. Este es uno de los pocos casos en donde un animal, Murex brandaris, y una planta, indigofera, producen esencialmente la misma molécula. Debido al gran gasto que suponía la importación de tintes, no sorprende que los químicos trabajaran arduamente sobre colores del alquitrán. Estaba grantizado que una síntesis comercial daría muchos beneficios. Un método para producir el tinte en el laboratorio se comercializó en 1897. Ese año, casi 200.000 acres en la India se dedicaban a cultivar plantas de índigo. En menos de 20 años dejó de ser importante. Ya no podía competir con el barato proceso comercial que producía exactamente la misma molécula.
Dibromoindigo
   La emperatriz Eugenia de Francia, una marcadora de moda, empezó a llevar vestidos coloreados con púrpura de Perkin en 1857. Luego, cuando la reina Victoria también decidió llevar púrpura para la boda de su hija en 1858, explotó la popularidad del tinte que pronto se iba a llamar malva.
   Perkin hizo fortuna rápidamente y se retiró del negocio cuando tenía 36 años. Ahora "por primera vez, la gente se dio cuenta de que el estudio de la química podía hacerles ricos". No pasó mucho tiempo antes de que personas en otros países emprendieran sus propias industrias de tintes. La comunidad científica británica sentía gran aversión por los aspectos comerciales de su trabajo. Pero los alemanes persiguieron con entusiasmo los beneficios a sacar de los tintes. Pronto la industria de tintes alemana superó a la inglesa.


Resultado de imagen de William Henry Perkin


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