viernes, 1 de septiembre de 2017

Una búsqueda celestial que ha durado 580 años

Manuscrito chino texto en seda de Mawangdui, de hace 2200 años con los 29 diferentes tipos de cometas.
 La astronomía en el Antiguo Oriente ha sido una cuestión importante durante miles de años. En Corea del Sur aún se conservan estructuras denominadas Cheomseongdae, que significa literalmente torre para observar estrellas. La construcción que veis en la imagen inferior se edificó a mediados del siglo VI después de Cristo, entre los años 632 y 637, y durante los siguientes siglos las diferentes dinastías que gobernaron la región se preocuparon de hacerse con un notable cuerpo de astrólogos que se encargaron de registrar lo que ocurría en el cielo. Esta temprana afición por anotar y describir lo que veían nos resultará muy útil en nuestro artículo de hoy.

Cheomseongdae en la ciudad coreana de Gyeongju | Jinho Jung Flickr CC
 Cuentan los documentos que se conservan que, en marzo de 1437, los astrólogos imperiales de la incipiente dinastía Joseon vieron aparecer una nueva estrella en el cielo, desde su “torre de las estrellas” en el palacio de Hanyang, la actual Seúl. Aquella nueva luz fue visible durante catorce días antes de desaparecer gradualmente del firmamento, mientras los sabios coreanos se afanaban por anotar su posición en algún lugar de “la cola” de la constelación de Escorpio.

De aquel fugaz resplandor, documentado hace ya 580 años, no se volvió a saber nada hasta hace tan solo unos días. La revista Nature publicó ayer mismo un artículo anunciando que, desde sus modernas atalayas, otro equipo de astrónomos ha localizado la luz que iluminó el cielo coreano en el siglo XV.

Por supuesto, por las descripciones del fenómeno que se conservan, los astrofísicos sabían desde hace tiempo que aquella luz observada en 1437 debía pertenecer a una nova, la cuestión era encontrarla… y no ha resultado fácil, de hecho, el autor principal del estudio Michael Shara, conservador del Departamento de Astrofísica del Museo Americano de Historia Natural, señalaba en un comunicado de prensa que “es la primera nova que se ha podido detectar con certeza basándose en los registros chinos, coreanos y japoneses de los últimos 2.500 años“.

Infografía de la formación de una nova clásica | Imagen NASA/CXC/M.Weiss
 Explicar con palabras sencillas qué es una nova en un sistema binario no es muy difícil. Tenemos dos estrellas en una combinación que resulta bastante habitual en el Universo: una enana blanca y una gigante roja, girando una alrededor de la otra. Como veis en la infografía en esa relación estelar se produce un traspaso de material, principalmente helio e hidrógeno, de la roja a la blanca… A medida que acumula material la temperatura también aumenta y, cuando la enana blanca alcanza el punto de fusión nuclear, explota violentamente dejando una brillo, bastante más tenue que una supernova, pero aún así visible incluso para los astrólogos coreanos del siglo XV.

El proceso de formación de una nova puede durar docenas de miles de años, mientras la enana blanca acumula material “robado” de su compañera, sin embargo, el desenlace final es visible en el cielo durante unas pocas semanas o meses… después de eso, se desvanece poco a poco dejando apenas una tenue “concha” como vago recordatorio de lo que fue y a ver quién es el guapo que la encuentra de nuevo.

La búsqueda de esa nova ha interesado durante años al autor principal del trabajo, Michael Shara que, junto con otros astrofísicos como Mike Bode, de la Universidad John Moores de Liverpool, han estado buscando material y documentación hasta llegar a una placa fotográfica realizada hace ya casi un siglo.

Placa fotográfica, realizada en 1923, de la región estelar donde se encuentra la nova | DASCH Digital Access to a Sky Century, Harvard University
 La placa (imagen superior) fue capturada desde la estación Boyden del Observatorio de Harvard, en Arequipa (Perú), en el año 1923, utilizando el telescopio Bruce Doublet de 24 pulgadas y con una exposición de 300 minutos. Se encontraba catalogada como “A12425” dentro del inmenso catálogo DASCH de la Universidad de Harvard, que recopila aproximadamente 200.000 placas fotográficas capturadas durante todo el siglo XX.

A esta primera placa de 1923, siguieron otras tantas del archivo DASCH, obtenidas ya en la década de 1940, con las que los investigadores por fin se encontraban en disposición para seguir la trayectoria de la nova. Ahora tan solo hacía falta apuntar uno de los modernos telescopios con los que contamos en la actualidad y… ¡voilá!
Imagen capturada en junio de 2016 por el telescopio Carnegie SWOPE de Chile | M.Shara et al. ArXiv
 Llegamos finalmente a la imagen más clara de la nova observada en Seúl el 11 de marzo de 1437, (a la que me he permitido añadir las fechas). Lo que vemos corresponde a la concha expulsada en la explosión y fue tomada en junio del pasado 2016, por el telescopio Carnegie SWOPE de 1 metro en Chile usando un filtro que destaca el gas hidrógeno caliente de la concha. La estrella que produjo la concha nova está indicada con marcas rojas. Hoy está lejos del centro de la cáscara donde estalló. Sin embargo, su movimiento medido a través del cielo lo coloca en el “+” rojo en 1437. La posición del centro de la cáscara en 1437 está en el signo “+” verde.

Han sido necesarios casi seiscientos años desde la observación de aquellos atónitos ojos de los astrólogos coreanos que contemplaron un resplandor en el cielo, hasta llegar a la detección moderna de la nova y su evolución durante todo este tiempo. De las torres de piedra para mirar a las estrellas a los telescopios modernos, seis siglos en la Historia de la Humanidad… un suspiro en la vida del Universo.

Fuente: https://culturacientifica.com/2017/09/01/una-busqueda-celestial-ha-durado-580-anos/?platform=hootsuite

No hay comentarios:

Publicar un comentario